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Inicio » G-Educainflamatoria » Ayuda a controlar la fatiga y mejorar tu calidad de vida. Desarrollo de hábitos saludables

Ayuda a controlar la fatiga y mejorar tu calidad de vida. Desarrollo de hábitos saludables

Información realizada y revisada por: Ana López. Enfermera. Unidad EII. Hospital Gregorio Marañon. Madrid.
Yolanda Sanchez. Enfermería. Unidad de EII. Hospital Infanta Cristina. Madrid

Ayuda a controlar la fatiga y mejorar tu calidad de vida: desarrollo de hábitos saludables

Dentro de los hábitos de vida saludables, se incluye el mantener una buena alimentación, una adecuada higiene del sueño, el realizar actividad física regular, cuidar de la salud emocional, evitar hábitos tóxicos y mantener una salud sexual satisfactoria.

La incorporación de hábitos de vida saludable en nuestra rutina diaria es una apuesta segura para la promoción de la salud y el bienestar, mejorando la calidad de vida y el enfrentamiento a la enfermedad.

Los hábitos de vida que debemos revisar y si es necesario mejorar se centran en:

  1. Mantener una dieta equilibrada
  2. Establecer una adecuada higiene del sueño
  3. Practicar actividad física regularmente
  4. Cuidar nuestra salud emocional
  5. Evitar hábitos tóxicos
  6. Disfrutar de una salud sexual satisfactoria
  7. Promover una buena adherencia a los tratamientos y seguimiento de la enfermedad
  1. Mantener una dieta equilibrada


El llevar una dieta saludable, variada y equilibrada, nos ayuda a tener un estado nutricional adecuado. Sin embargo, dependiendo de la actividad de la EII o de la presencia de complicaciones, a veces esto no es del todo fácil.

Conocer bien tu enfermedad y adaptar tu alimentación a cada una de las fases  de la misma, puede ayudarte a mantener una alimentación saludable y un buen estado nutricional.

  1. Establecer una adecuada higiene del sueño

La alteración del sueño es frecuente en pacientes con EII. Entre el 47% y el 82% de los pacientes con EII informan trastornos del sueño, despertares nocturnos y sueño no reparador en comparación con un tercio de la población general. En pacientes con enfermedad activa, la alteración del sueño es aún más frecuente, observándose entre un 73% y el 100% de pacientes con enfermedad activa.

Descansar bien por la noche y tener un sueño reparador, nos ayuda a controlar la fatiga a lo largo del día, mejorando nuestra calidad de vida.

Para facilitar el descanso nocturno se recomienda una serie de medidas:

  • Procura establecer un horario, acostándote y levantándote siempre a la misma hora, incluyendo los fines de semana y una rutina relajante (tomar una infusión, un baño, una lectura tranquila, etc)
  • Es aconsejable dormir al menos 7 u 8 horas.

  • No te estreses si no eres capaz de dormir. Si no logras conciliar el sueño después de 20 minutos, levantarte de la cama y realizar una actividad tranquila sin mucha exposición a la luz puede ser de ayuda.
  • Realizar actividades o técnicas de relajación (respiración profunda, meditación, estiramientos, etc.) pueden ayudarte a reducir el nivel de actividad y estrés, y facilitar el sueño.
  • Usa la cama solo para dormir y tener sexo. Evita trabajar, ver la televisión o usar el móvil en ella.

  • El dormitorio debe ser un lugar relajante y tranquilo, sin luz ni ruidos. Mantén una temperatura agradable y fresca.
  • Apaga los dispositivos electrónicos al menos 30 minutos antes de acostarte.
  • Haz ejercicio regularmente y mantén una dieta saludable.
  • Procura no consumir cafeína por la tarde o noche.
  • Evita el consumo de alcohol en general, y especialmente antes de acostarte y reduce la ingesta de líquidos las 3-4 horas antes de ir a dormir.
  1. Practicar actividad física regularmente


La actividad física regular es un factor de protección fundamental en la prevención y el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y varios tipos de cáncer. Además resulta beneficiosa para la salud mental, previniendo el deterioro cognitivo y los síntomas de la depresión y la ansiedad.

Se estima sin embargo que un 27,5% de los adultos y hasta el 81% de los adolescentes no cumplen las recomendaciones mundiales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre actividad física. Si todas las personas se mantuvieran más activas fisica-mente, cada año podrían evitarse entre cuatro y cinco millones de muertes.

Imágenes obtenidas de: Directrices de la OMS sobre actividad física y hábitos sedentarios: de un vistazo [WHO guidelines on
physical activity and sedentary behaviour: at a glance]. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2020. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0
IGO (https://iris.who.int/bitstream/handle/10665/337004/9789240014817-spa.pdf)

A pesar de que la realización de actividad física  puede estar condicionada por la  actividad de la enfermedad, el ejercicio regular ayuda a reducir la inflamación, mejora la función intestinal, alivia los síntomas asociados. Además ayuda a aumentar la densidad ósea y a incrementar la calidad de vida.

Recomendaciones para incorporar la actividad física en la rutina diaria:
  • Consulta con tus profesionales de salud el tipo de actividad física que puedes realizar. Es recomendable evitar actividades de alta intensidad, ya que pueden tener un impacto negativo en la inmunidad. Ajusta tu actividad física, si estás en brote o muy sintomático.
  • Comienza a realizar ejercicio de manera gradual, sobre todo si llevas tiempo sin hacer deporte. Aumenta la duración e intensidad de ejercicios de manera progresiva para evitar lesiones y facilitar tu adaptación.
  • Realiza estiramientos antes y después de iniciar la práctica de ejercicio físico para preparar tus músculos y articulaciones. Los estiramientos al terminar la sesión reducen la tensión muscular y disminuyen gradualmente el ritmo cardíaco.
  • Es importante combinar diferentes tipos de ejercicios para ejercitar la totalidad de los músculos del cuerpo.
  • Practicar algún tipo de actividad física al menos 2-3 veces por semana ayuda a la tonificación del cuerpo y a evitar lesiones por sobreesfuerzo.
  • Escoge ejercicios que motiven (caminar, nadar, andar en bici, hacer yoga, etc.). Busca actividades físicas que resulten satisfactorias.
  • Presta atención a las señales del cuerpo y procura no forzarlo. En caso de dolor, fatiga o malestar durante el ejercicio, descansa un pequeño tiempo. Conforme adquieras fuerza y resistencia , podrás aumentar gradualmente la intensidad y duración de sesiones .
  • Recuerda que cada persona es única. Tus necesidades pueden ser diferentes y estar condicionadas por la sintomatología de la EII (diarrea, dolor abdominal, incontinencia, cansancio, manifestaciones extraintestinales, etc.).
  1. Cuidar nuestra salud emocional

La salud emocional es clave en el manejo de la EII. Los brotes y la naturaleza crónica de la enfermedad pueden ser una fuente de estrés y ansiedad. Puede ser de gran ayuda contar con un sistema de apoyo real y fuerte, ya sea a través de familiares, amigos o grupos de apoyo específicos para pacientes con enfermedades crónicas. Considera hablar con un terapeuta especializado para recibir apoyo emocional  y aprender estrategias de afrontamiento.

  1. Evitar hábitos tóxicos


El consumo de tabaco, alcohol y drogas, pueden agravar los síntomas y la progresión de la EII.

Conocer sus efectos sobre la salud y más en concreto sobre la EII, puede ayudar a tomar la decisión definitiva para su abandono. Consulta con tus profesionales para obtener información y herramientas adecuadas para la deshabituación.

Pedir ayuda o apoyarse en el entorno familiar o social no es un fracaso, es una forma positiva de iniciar el cambio.

  1. Disfrutar de una salud sexual satisfactoria

La salud sexual en la enfermedad inflamatoria intestinal puede verse afectada por diferentes factores (físicos, psicológicos, farmacológicos, cirugías, etc.) que hacen complicado el mantener una salud sexual adecuada.

Consulta las siguientes recomendaciones para conseguir una sexualidad saludable: ¿Afecta la enfermedad inflamatoria intestinal a mi vida sexual?

  1. Promover una buena adherencia a los tratamientos y seguimiento de la enfermedad


El ser consciente de la importancia de tomar el tratamiento  de manera adecuada y seguir los controles estipulados por el personal sanitario, ayuda a mantener la enfermedad controlada y a reducir los episodios de brotes, la sintomatología y las complicaciones.

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